jueves, 24 de diciembre de 2009

Para reflexionar...

Este año me propuse tratar de concientizar a la mayor cantidad de gente posible sobre el daño que les hacemos a los animales cuando usamos pirotecnia.

En las fiestas pasadas tuve que presenciar las consecuencias de la maldita pirotecnia (perros perdidos, atropellados, aturdidos y agonizando lejos de sus dueños con los que nunca se reencuentran) y no imagino de cuantos no me enteré…
Cuando prendés pirotecnia tu perro, tu gato, tu caballo, etc. tiene: palpitaciones, taquicardia, jadeo, salivación, temblores, sensación de insuficiencia respiratoria
(dejá de respirar por un minuto y después contame como te sentís), falta de aire, náuseas, aturdimiento, sensación de irrealidad, pérdida del control, miedo a morir.

Estas alteraciones, provocan en la conducta animal intentos de escapar descontroladamente, incentivado por el estado de pánico, durando varios minutos y en los casos severos varían desde una a varias horas, dependiendo el tiempo que dure el estímulo provocado por el ruido (por ej. en las fiestas de fin de año).

Las reacciones suaves o de baja intensidad incluyen deambulación, temblor, encogimiento, inapetencia, intensos deseos de ingerir agua, deseo de estar en permanente contacto con el propietario.

Las reacciones más graves o de alta intensidad provocan gemidos, intensa salivación o babeo, jadeos prolongados y muy fuertes, eliminación y/o retención de heces u orina, correr en forma desenfrenada sin rumbo (escape frenético), que en muchas ocasiones incluyen arañado o masticar barreras (fractura de dientes) y saltar a través de ventanas, vidriados o alambrados, provocándose heridas de suma gravedad.

Como última consideración es bueno recordar que el 15 de Octubre de 1978 la UNESCO promulgó la “Declaración Universal de los Derechos del Animal”, donde en un párrafo del preámbulo dice “que la educación debe enseñar, desde la infancia, a observar, comprender, respetar y amar a los animales”.

Entonces ahora que sabés, ponete en el lugar de ellos, imaginate que todo eso te pase a vos y no lo puedas evitar.
Si tenés un animal como companía, si lo querés, si no tenés ningún animal pero respetás la vida, te propongo que antes de comprar y/o prender pirotecnia lo pienses... hay muchas maneras de festejar las fiestas sin lastimar a los demás. Empecemos a ser mejores desde uno mismo. Siempre nos quejamos de no tener plata, tiempo o lugar para ayudar a los necesitados, bueno… esto sí lo podemos hacer.
Desde ya muchas gracias y es mi deseo que todos podamos disfrutar de las Fiestas de Navidad y Año Nuevo en paz, armonía, en familia y acompañados de nuestros amigos de cuatro patas....

SI NO LO HACES POR LOS ANIMALES, (PORQUE NO TE GUSTAN), HACELO POR LOS NIÑOS, AHORRÁ ESE DINERO, Y AYUDA A LOS QUE NECESITAN... ( COMIDA, JUGUETES, REMEDIOS !!! )
BASTA DE TANTO RUIDO, BASTA DE DESPILFARROS INÚTILES... y si sos creyente, RECORDÁ QUE JESUS NACIÓ EN UN PESEBRE, SIN LUZ, NI RUIDO, NI GRITOS, NI GASTOS.....


Este texto me llegó por mail y me pareció muy adecuado compartirlo !
Feliz Navidad !

domingo, 20 de diciembre de 2009

La Carreta

Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:
- Además del cantar de los pájaros, ¿ escuchas alguna cosa más ? Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí - Estoy escuchando el ruido de una carreta.
- Eso es -dijo mi padre-. Es una carreta vacía.
Le pregunté - ¿ Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos ?

Entonces él respondió:
- Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace.

Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y burlándose de la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo:

"Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace"

domingo, 13 de diciembre de 2009

Se trata de saber reconocer un tesoro.

Al día siguiente apareció la primera señal concreta de peligro. Tres guerreros se aproximaron y les preguntaron qué estaban haciendo por allí.
- Vine a cazar con mi halcón - repuso el Alquimista.
- Tenemos que registrarlos para comprobar que no llevan armas -dijo uno de los guerreros.

El Alquimista desmontó con calma de su caballo. El chico hizo lo mismo.
- ¿ Para que llevas tanto dinero ? -preguntó el guerrero cuando vio la bolsa del muchacho.
- Para llegar a Egipto -respondió él.

El guarda que estaba registrando al Alquimista encontró un pequeño frasco de cristal lleno de líquido y un huevo de vidrio amarillento, poco mayor que un huevo de gallina.

- ¿ Qué es esto ? -inquirió.
- Es la Piedra Filosofal y el Elixir de la Larga Vida. Es la gran Obra de los Alquimistas. Quien tome de este elixir jamás caerá enfermo, y una partícula de esta piedra transforma cualquier metal en oro.

Los guardas rieron a más no poder, y el Alquimista rió con ellos.
Les había hecho mucha gracia la respuesta, y lo dejaron partir sin mayores contratiempos con todas sus pertenencias.

- ¿ Está usted loco ? -preguntó el muchacho al Alquimista cuando ya se habían distanciado bastante-. ¿ Por qué les dijo eso ?
- Para enseñarte una simple ley del mundo -repuso el Alquimista-.
Cuando tenemos los grandes tesoros delante de nosotros, nunca los reconocemos.
¿ Y sabes por qué ? Porque los hombres no creen en los tesoros.


Extraído de “El Alquimista” de Paulo Coelho.

domingo, 6 de diciembre de 2009

El Efecto Pigmailion



A fines de la década del sesenta, un profesor de psicología, Robert Rosenthal, realizó el siguiente experimento: reunió a los maestros de una escuela y les mostró un test realizado entre los estudiantes, que indicaba que algunos eran más "brillantes" que otros. "De estos alumnos pueden esperar grandes resultados", les aseguró. En realidad, ese test fue simulado por Rosenthal, para inducir a los maestros a pensar que determinados alumnos tenían más potencial que el resto. Sin embargo, al cabo de ocho meses, esos alumnos efectivamente obtuvieron mejores calificaciones que el promedio de la clase.

Como los maestros creían en los alumnos "brillantes", les brindaron más atención, más apoyo, más tiempo y más retroalimentación. Esta abundancia de condiciones, se tradujo en un mejor aprendizaje y -luego- en mejores calificaciones. Aquellos niños no se destacaron por ser inteligentes, sino porque sus maestros creyeron que lo eran.

A través de su experimento, Rosenthal descubrió que las expectativas de los maestros se reflejaban en el desempeño de los alumnos. Su conclusión fue la siguiente: mientras más altas son las expectativas que tiene una persona respecto a otra, más probable será que ésta última logre resultados positivos. Este descubrimiento puso en evidencia un fenómeno que se conoce con el nombre de "Efecto Pigmalión".

Según la mitología clásica, Pigmalión fue un rey de Chipre, apasionado por la escultura.

Durante mucho tiempo, trabajó con tanta dedicación una figura de marfil con forma de mujer que -según él- no existía ninguna mujer viva tan bella y perfecta como la que él modelaba con sus manos. Todos los días trabajaba para darle toques de perfección a su escultura y todas las noches suspiraba para que fuese de carne y hueso. Tan enamorado estaba Pigmalión de su escultura, que hubiese dado todo lo que tenía para que cobrara vida. Un día, los dioses se compadecieron de Pigmalión y dieron vida a su creación, convirtiéndola en la hermosa mujer que el rey creía que era.

La lección de este mito es que si creemos que alguien es de determinada manera, puede convertirse en aquello que creemos que es.

El Efecto Pigmalión no ocurre únicamente en las escuelas, sino también en las organizaciones y/o familias.

En el trabajo: si tu jefe espera lo mejor de ti y te lo hace saber, es muy probable que exhibas un alto desempeño, pero si tiene bajas expectativas, es probable que -tarde o temprano- obtengas resultados negativos.

En las familias: Como es natural, un padre tiene expectativas -consciente o inconscientemente, buenas o malas- frente a sus hijos. Y se las comunica. Éstas condicionan las expectativas que tienen los hijos sobre sí mismos, quienes terminan comportándose de acuerdo a aquello que sus padres esperaban de ellos.
Es decir, lo que esperan los padres influyen en cómo serán sus hijos.

Hay padres que esperan más de unos hijos, que de otros. Como consecuencia, premian más a unos que a otros, les orientan mejor en sus tareas, les elogian ante los demás y les ofrecen más estimulación. Si bien esto aumenta la confianza y autoestima de unos hijos, perjudica -y distorsiona- la autoimagen de otros. Cuando alguien es etiquetado como "perdedor", "lento" o "difícil", el resto de los miembros tiende a negarle la contribución y el apoyo que necesita para hacerlo bien. Esto reduce aún más sus posibilidades de superación. Por eso es necesario, que ambos padres sean justos en la administración de expectativas, premios y sanciones hacia sus hijos.

Tenemos los hijos que "modelamos" con nuestra influencia, amor y confianza. Seamos como Pigmalión: creamos que nuestros hijos son capaces de grandes cosas... y lo serán !

"Siempre seré la "chica de las flores" para el profesor Higgins, porque siempre me trató como a una florista y así seguirá tratándome. Pero sé que puedo ser una dama para usted (Cnel. Pickering), porque siempre me vio como tal.”

- fragmento de la obra "Pigmalión" de George Bernard Shaw –